El 3, una nueva batería de cuatro piezas de grueso calibre, colocada
en (R), abrió fuego sobre el baluarte 7, sobre la cortina 7, 8 y sobre el
flanco izquierdo de la luneta (14). Contaba entonces con 40 bocas de fuego, que
tiraban sin interrupción. Como ya dijimos, las baterías de la plaza no podían responder
más que débilmente a las de los sitiadores. Se trató de suplir la escasez de
municiones, colocando los mejores tiradores en los caminos cubiertos del frente
6, 7, y en los pozos de lobo situados delante, para apuntar a las cañoneras y matar
los artilleros.
Mientras tanto, las baterías enemigas hacían grandes estragos:
la muerte se cernía por todos los lugares de la ciudad; los terraplenes caían y
dos brechas empezaron a hacerse practicables; los esfuerzos que hacían los
trabajadores por arreglarlas resultaban estériles. En tal estado de cosas, el
gobernador reunió el consejo de defensa para deliberar acerca de los medios que
debieran tomarse en estos momentos difíciles.
700 hombres escogidos de artillería y de ingenieros, y entre
los granaderos y “voltigeurs”, fueron encargados de ocupar el puesto importante
y peligroso de las brechas. Se dio el mando a los jefes de batallón Barbot y
Maistre, oficiales que demostraron durante todo el sitio una inteligencia y un valor
dignos de los más grandes elogios. El batallón del 103.° fue además colocado en
reserva en el atrincheramiento, detrás de las brechas. Pareció entonces
convenientemente dispuesto el personal para esperar el asalto.
Los trabajos de defensa se multiplicaban en razón de los progresos
de los sitiadores, y abrumaban de fatigas la guarnición, demasiado ocupada en
otros servicios. Sin embargo, su celo no disminuía. 600 trabajadores estaban
empleados día y noche en perfeccionar los atrincheramientos; 200 estaban ocupados
en limpiar de escombros las brechas; 100 en destruir las rampas de los caminos
cubiertos; 100 en el Castillo, que se le miraba como el punto más seguro y mas
propio para servir de reducto a la guarnición. En fin, los generales estaban
constantemente en las obras para animar a los trabajadores. El gobernador fue
herido en la espalda, presenciando los trabajos de las brechas; el general
Veiland y sus ayudantes de campo, recibieron también golpes de metralla en sus uniformes.
Plano correspondiente al sitio: Plano Lamare
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Del "Diario de los Sitios" de Jones:
La batería nº.11 abrió la cortina entre los baluartes de la Trinidad y San Pedro; pero el muro resultó muy duro, y tras unas pocas series de disparos el fuego se trasladó contra el flanco derecho de la luneta, ya que al haber fallado la voladura de la represa no merecía la pena gastar mucha munición, al considerarse muy dudoso el ataque por esta zona.
El fuego de las baterías de brecha continuó durante todo el día con actividad incesante, y a lo largo de la tarde ambas brechas mostraban una apariencia prometedora. Casi todo el parapeto sobre la gran brecha había sido eliminado con lo que el terraplén comenzaba a quedar a la vista. Aún así la guarnición mantuvo equipos de trabajo a retaguardia de ambas brechas y bajo el muro de la contraescarpa; también había muchos hombres trabajando en una gran batería (T) al nivel del castillo, en una situación que dominaba la gran brecha.
El teniente Da Silva murió, y el teniente Pereira de Rosa, de la artillería portuguesa, perdió un brazo.
El teniente Da Silva murió, y el teniente Pereira de Rosa, de la artillería portuguesa, perdió un brazo.
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