El 25, a las diez de la mañana, el enemigo empezó sus fuegos con 23 piezas. Inicio un cañoneo muy vivo, que no cesó hasta la noche. Los sitiadores dirigieron principalmente sus golpes contra la cortina y los ángulos flanqueantes de los dos baluartes 8, 9, sobre la luneta de la Picuriña y sobre la cara izquierda del baluarte número 7. El saliente de la luneta, cuyo paramento no tenía más que cuatro metros de espesor, sufrió graves daños; se restableció por la noche con fardos de lana y fajina; se colocaron sobre el parapeto bombas y barriles incendiarios, para lanzarlos contra el enemigo en el momento de un asalto, y 200 fusiles estaban apuntando contra las crestas interiores, para que pudiesen efectuar muchos disparos sobre el campo. Las galerías de fuegos de revés, y las fogatas de las que hicimos mención anteriormente, estaban casi terminadas. Dos horas apenas habían sido suficientes para poner estas dos en estado de defensa.
El enemigo, advertido por un desertor español que trabajaba en las galerías, dándose cuenta de la oportunidad de las circunstancias, se dispuso, con tanta habilidad como fortuna, a librar un asalto. A las diez de la noche 500 o 600 hombres, favorecidos por una profunda oscuridad, asaltó esta luneta, defendida solamente por 200 hombres sacados de diferentes batallones de la guarnición (l). Un destacamento ganó al momento la gola por la izquierda, sin que se apercibieran; pero en el momento en que empezaba a cortar las empalizadas recibió un juego tan violento, que abandono la operación. En seguida otro destacamento avanzó por la derecha y fue recibido también por una descarga, si bien después de dos o tres tentativas infructuosas para romper las empalizadas, ganó el flanco izquierdo de la luneta donde el foso no estaba flanqueado; enseguida fijó escalas contra la escarpa, alcanzó la altura del parapeto y penetró en la obra. El combate estaba aún incierto cuando un tercer destacamento, dirigido por el general Kempt, avanzó hacia el punto capital del baluarte y trepó al parapeto en el saliente, que había sido destruido, en el momento en que el destacamento de la derecha escalaba el flanco. Este último esfuerzo originó la caída de la luneta en poder del enemigo el ataque duró alrededor de tres cuartos de hora; 84 hombres de la guarnición fueron muertos y heridos; 85 prisioneros; un oficial y 30 hombres del regimiento de Hesse pudieron salvarse. El enemigo perdió un mayor muerto, llamado Wilde, así como cuatro oficiales y 50 soldados; 15 oficiales y 255 soldados resultaron heridos.
El gobernador y el general Veilund testimoniaron públicamente su desagrado por la débil defensa de esta obra, y se vió con sentimiento que por negligencia no se había hecho uso de las bombas y artificios, cuyo efecto fue decisivo en los asaltos de San Cristóbal en 1811 y que el sargento de artillería Brete utilizó con tanto acierto. EI capitán Salomiac, que mandaba la artillería, había sido herido durante la jornada y fue sustituido por un oficial que demostró menos resolución; este incidente, así como el aislamiento de la luneta, contribuyeron mucho al éxito de los asaltantes.
En el deseo de socorrer la luneta se hizo salir, pero demasiado tarde, al batallón del 103°, a la cabeza del cual se encontraba el jefe del batallón Lurat; sufrió un fuego muy vivo de la columna que se hallaba en la comunicación, perdió una veintena de hombres y se vio obligado a entrar en la plaza sin haber obtenido ninguna ventaja.
La artillería de la plaza tiró durante una parte de la noche sobre la Picuriña, a fin de impedir que el enemigo realizase las obras que se suponía que hiciese. En cuanto al objeto de las baterías (C D E), resulto nulo; estaban contrabatidas por el cañón del medio baluarte 9, por los del Castillo, fuerte de San Cristóbal y por dos piezas del 12 que se colocaron en (H) para enfilar la paralela. Este resultado no se pudo obtener más que por un fuego muy vivo, que consumió, durante esta jornada del 25, muchos proyectiles huecos y 12.000 libras de pólvora, que unidas a las 64.000 consumidas después de empezado el sitio, hacían alrededor de la mitad del aprovisionamiento primitivo de la plaza. La artillería se vió, pues, obligada a disminuir su fuego, para economizar municiones.
Plano correspondiente al sitio: Plano Lamare
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Del "Diario de los Sitios" de Jones:
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Inmediatamente después de la toma del fuerte se desplazaron tres batallones desde las trincheras y se asentaron en sus proximidades, para evitar que la guarnición lo recuperase en un contraataque.
Mientras estos batallones estaban aún en movimiento comenzó a sonar la campana que daba la alarma en la ciudad; se arrojaron muchos cohetes y se abrió fuego de fusilería y cañón desde todos los tramos de muralla. Probablemente la guarnición se temía un asalto general. Poco después el sonido del tambor en la luneta de San Roque sembró la alarma de una posible salida en las trincheras y la guardia y las tropas de reserva abrieron un intenso fuego, lo que ocasionó la respuesta de la plaza y ésta, a su vez, nuevas respuestas en las trincheras. No se recuperaría la tranquilidad hasta después de media noche.
Mientras estos batallones estaban aún en movimiento comenzó a sonar la campana que daba la alarma en la ciudad; se arrojaron muchos cohetes y se abrió fuego de fusilería y cañón desde todos los tramos de muralla. Probablemente la guarnición se temía un asalto general. Poco después el sonido del tambor en la luneta de San Roque sembró la alarma de una posible salida en las trincheras y la guardia y las tropas de reserva abrieron un intenso fuego, lo que ocasionó la respuesta de la plaza y ésta, a su vez, nuevas respuestas en las trincheras. No se recuperaría la tranquilidad hasta después de media noche.
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