Diario de los defensores
Apenas el enemigo ha hecho fuego en la noche anterior y mañana de hoy; sus trabajos han sido interrumpidos por el vivo fuego de nuestra artillería, pero el vigor de los satélites de Napoleón les hace violentamente adelantar sus obras, singularmente en el caballero del ángulo saliente del camino cubierto. A las 3 de la tarde se proyectó una salida de 420 hombres de infantería a tomarles los cañones de las baterías colocadas a la derecha de Pardaleras hasta los molinos de Ballesteros, bien municionada esta bizarra tropa, y entusiasmada por los generales y jefes, principió la salida por la Puerta de San Vicente: jamás puede presentar la historia un valor tan grande como el que se vio por estos héroes: ni el ver al enemigo inmediato a la estacada; ni el considerar que sus parapetos estarían bien fortificados con fuerza de gente, impusieron el menor respeto a nuestros soldados; formados con el mejor orden avanzaron rápidamente a las zanjas, se posesionan de las baterías y llenos de furor destrozan al enemigo que tímido y cobarde sólo trata de abandonar su arma y equipo por salvarse; el fusil, el sable, la bayoneta, todo se empleó con tanto ardor, se puede decir sin jactancia, que quedaron sus obras empapadas en su propia sangre, mientras unos se dedicaban a destruir al enemigo, otros clavaban la artillería; así fue pues antes que pudiesen ser socorridos: perdieron 7 piezas que quedaron clavadas y destruidas completamente arruinados los pertrechos de esta arma y quitándoles la pólvora que tenían para su servicio: setenta zapadores se emplearon en destruir las obras de más consideración hasta que de su primera paralela principió un fuego vivísimo, siguiendo el de su batería situada en Pardaleras; por esto conseguido el fin que se deseaba se retiró nuestra bizarra tropa a la estacada de la citada puerta, en donde se miró que los soldados entraban cargados de despojos del enemigo en tal manera, que muchos apenas podían con los efectos que conducían, presentando varios de ellos palas, picos y azadas que recogieron en las trincheras; algunos cogieron divisas de oficiales, sus espadas, relojes y buenas cantidades de metálico; el encarnizamiento fue cruel y solo consiguieron refugio cinco franceses que condujeron prisioneros. Éstos, unilateralmente, declaran que la fuerza enemiga consiste en diez a doce mil hombres, uno de ellos lo eleva sólo a ocho mil sin asegurar la caballería que tienen, pero que entre éstos hay un cuerpo de españoles, que de los zapadores hay cuatro compañías, y una de minadores, habiendo perdido antes de ayer cien hombres; cuando se voló el repuesto tuvieron tres muertos y nueve heridos, manifestando mucho descontento los soldados franceses al mismo Soult, quién les aseguró que en el término de cinco días habría grandes novedades; su artillería que consta de 33 piezas y entre ellas 7 de a 24: Mortier estaba en el campamento al costado del Cerro del Viento y Soult en el Camino de Talavera. Muy gloriosa ha sido esta acción para las armas españolas si a ellas no hubiera seguido la muerte del valeroso, del bizarro, del digno gobernador el Mariscal de Campo don Rafael de Menacho: este héroe que incesantemente velaba sobre la heroica defensa de esta plaza, se precipitó al horrible fuego que el enemigo hacía desde Pardaleras con dirección a las baterías de San José y Santiago: en la primera daba sus disposiciones el Mariscal de Campo don José Imaz, y en la segunda aquel dignísimo Jefe el cual poniéndose en uno de los flancos fue atravesado de una bala de cañón y muerto en el mismo momento: pérdida desgraciada y sentida por todos; su memoria será eterna en cuantos han conocido su entusiasmo, su vigilancia y su desinterés, recayendo el mando del Gobierno en el expresado general Imaz. El Mariscal de Campo don Juan José García se presentó en los fuegos con la mayor serenidad y se juzgó que estos tres dignos generales perderían su existencia por dar estímulo a su tropa que los imitaba con ardor.
No se puede negar que el coronel don Rafael de Ibores y don Juan Butler, teniente coronel y comandante del Regimiento de Infantería del Príncipe, cuyos dos jefes mandaron la acción, se portaron muy bizarramente y a quienes de justicia se debe premiar con el grado inmediato, y de que haré mérito cuando describa los detalles:
Nuestra pérdida consiste en doce muertos y 32 heridos, graduándose la del enemigo en más de 200 hombres, habiendo arrojado 14 bombas, 161 granadas y 186 balas de distintos calibres.
Exmo Sr
José Imaz
4 Opiniones:
La "estacada" a la que se hace referencia eran filas de estacas colocadas de forma perpendicular que hacían las veces de las actuales alambradas para proteger las trincheras y caminos cubiertos.
El "clavar los cañones" era la manera más rápida de inutilizar los cañones del enemigo. Se realizaba introduciendo a golpes de mazo un clavo grueso de acero, puntas de bayoneta o incluso piedras por el "oído" o fogón del cañón para que el enemigo no pudiera hacer uso de él.
En la conferencia del pasado día 2 nos explicaron con todo lujo de detalles que la muerte del General Menacho se produjo al recibir el impacto en el vientre de un grano de metralla, un proyectil esférico de 280 grms, parte de las "submuniciones" en que se fragmentaban los botes de metralla o sacos de metralla:
http://remilitari.com/guias/artilleria4.htm
Esta munición habría sido empleada por las baterías de Pardaleras para disparar sobre el baluarte de Santiago para tratar de desorganizar la "acción de Mando" que dirigía la salida que estaba destrozando el "caballero de trinchera".
Parece que alguien todavía no se ha enterado de que no murío de un cañonazo, pero bueno gracias por aclarar este punto pazerdim.
Hombre, indudablemente, murió por un disparo de cañón, pero según como lo cuentes alguno podría pensar que le arrancó la cabeza y todo...
En la citada conferencia del día 2 nos leyeron textualmente el Acta Notarial de la exhumación del cuerpo de Menacho cuando lo trasladan de la cripta al claustro de la catedral el 3 de marzo de 1880:
“Hecha la apertura de la bóveda por el maestro alarife D. Antonio Valentín Núñez, se encontró la armadura de una caja mortuoria y dentro de ella el esqueleto de un hombre; una gorra militar de paño con insignias; una faja militar de seda de color hoy indefinido, por efecto de la acción del tiempo, con borlas; un bastón de mando; una espada; un calzón de punto; restos de una casaca militar, y un par de botas altas, todo lo que acreditaba, según opinión de personas competentes, ser un Gefe Militar de la categoría del que se trata. Dicho esqueleto se hallaba en posición de cubito supina con todos sus huesos completos en un estado normal a excepción del húmero derecho que estaba fracturado en su tercio inferior, a unos ocho centímetros de la articulación del codo, siendo la acción casi regular y como si hubiese sido producida por un cuerpo contundente de gran violencia que destruyera toda la masa hosea que se presentara a su paso, resultando de esto un acortamiento de dicho hueso comparado con el opuesto: en el húmero izquierdo había vestigios de una antigua fractura, ya bien consolidada y también a la altura de unos ocho centímetros de la articulación húmero embital, sin que hubiera otra lesión en el resto del esqueleto. Sobre la cara anterior del Sacro se encontró un proyectil de forma esférica, de hierro fundido, análogo a los granos de metralla de mayor volumen. Este proyectil estaba solamente posado y sin adherencia ninguna a dicho hueso, notándose tan solo la impresión que su presencia había producido, por encontrarse allí antes de la putrefacción y acomodarse a su alrededor los detritus, formando estos una cabidad igual al dicho proyectil; deduciéndose que siendo el proyectil mayor que los espacios intercostales, tenía necesariamente que haber practicado alguna costilla si su entrada hubiera sido por el pecho, pues como las costillas están íntegras, hay que suponer que su entrada fue por la pared del vientre, y tal vez después de haber chocado en un cuerpo no muy duro como tierra o madera, pues que no tenía impresión ninguna ,pero que le quitó la fuerza necesaria para no atravesar el cuerpo del finado y si solo penetrar en la cavidad del vientre donde por la acción de la gravedad buscó el punto mas declive, que fue el sitio donde se le halló. Recogidos los huesos que constituían dicho esqueleto, se encerraron en una caja pequeña de cinc, de figura rectangular y pintada de color verde, con la siguiente inscripción: “Restos del Excelentísimo Señor D. Rafael Menacho”
El esqueleto estaba íntegro, y en el interior del cadáver aún reposaba el "grano de metralla" que lo mató. Creo que sobra toda especulación...
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