Rafael Garcia Galeano es un badajocense que estudia en Nottingham, ciudad desde la que nos envia este relato novelado de la toma de Badajoz por las tropas aliadas
En el castillo de la ciudad inglesa de Nottingham, se alza cada 6 de abril una casaca roja que encumbra la torre del homenaje de dicha ciudad. Para muchos aquí, su origen es desconocido. Este acto recibe el nombre de “Badajoz Day”.
Mucha menos idea tienen nuestros paisanos de tal evento y por ello he decidido que en honor a tal día, novelar el suceso mientras lo explico.
En una fecha como esta de 1812, las tropas sitiadoras de Wellington se lanzan al asalto de las murallas de Badajoz amparadas por la noche. Lo han intentado numerosas veces con escaso éxito, pero esta vez las fuerzas defensoras muestran señales de flaqueza.
Hacia la parte norte de la muralla, se lanza el 45 Regimiento que está integrado dentro de la 3ª división de Picton, llevando consigo escalas improvisadas. Esa zona, defendida por tropas alemanas (aliadas de Napoleón) es sorprendida en un primer momento pero rápidamente se recomponen y comienzan a iluminar la muralla con su fuego de mosquetes. Los ingleses, que favorecidos por la sorpresa, han conseguido llegar hasta los muros y apoyar sus escalas en posición oblicua contra la muralla, comienzan a agruparse junto a ellas mientras calan sus bayonetas para disponerse a subir. Entre los ingleses se encuentra el joven teniente James Macpherson, que sube a la cabeza de una de las escalas. Pronto descubre que el tamaño de estas no es lo suficientemente largo y grita a sus hombres al pie de las escalas para que las peguen totalmente a la muralla. Este rápido movimiento hacia una posición vertical de la escalera, lo eleva de golpe, de tal manera que llega a alcanzar las almenas quedando a la altura de los alemanes que defienden esa parte de baluarte. Uno de estos casacas verdes de larga barba, le dispara acertándole en el pecho, pero la fortuna quiere que el plomo dé en uno de los botones de su casaca, dislocándole una costilla y desestabilizándolo. Pese a su suerte inicial, a punto está de caer, cuando el peso de su propios hombres que se iban acumulando arriba y la desestabilidad de la escala totalmente vertical, hace que esta se separe del muro y se venga abajo. Muchos de ellos, son ensartados por las bayonetas de los camaradas que aguardan a los pies del la muralla.
Macpherson, ha podido en el último momento agarrarse a la escala que tenia al lado y que aún se mantiene. Malherido por el dolor de la costilla que a duras penas le permite respirar, desciende por la escala ayudado de dos soldados que lo asisten, unos de ellos cae fulminado segundos después de pisar suelo.
Desde abajo, es testigo de primera de lo que está ocurriendo en los muros, donde se está produciendo una impresionante carnicería, aunque todavía no se ve bien, el sonido lo dice todos: golpes secos de cuerpos al caer, tintineo de bayonetas en ristre que esperan su momento para subir, crujir de maderas al subir las escalas, explosiones de las mecha de los mosquetes, silbidos de las balas que responden …., todos ellos parecen seguir una melodía macabra donde la música tiene como pentagrama la muralla y sus notas son los soldados que por ella y por las escalas andan.
Parece que esta vez la cosa es diferente y que les acompaña la diosa Fortuna pues poco a poco el 45 Regimiento está alcanzando las almenas y ya muchos le están dando uso a sus bayonetas. Pues, si bien es cierto que en la media distancia y cuando escalaban, la bayoneta les entorpecía la precisión del disparo y esto favorecía a los defensores; ahora, en el cuerpo a cuerpo sobre el muro, la cosa es muy distinta y lo que era ventaja se transforma en inconveniente para los defensores germanos que, concentrados en la tarea constante de cargar y disparar sus mosquetes para repeler a los asaltantes,no han prestado atención a este detalle y están pagando caro su error en la lucha que mantienen de tu a tu sobre los muros, donde poco o nada pueden hacer los mosquetes desnudos ante las bayonetas inglesas.
Abajo aún, pero no por mucho tiempo, sigue el teniente James Macpherson y junto a él, su amigo el general Hercules Packenham, quien lo ayuda a recuperar la conciencia que había perdido a causa del dolor.
Intenta levantarse y es en ese momento cuando un disparo que casi alcanza su pie izquierdo, le hace realizar un movimiento brusco que le recoloca la costilla dislocada.
Con ánimo renovado, se lanza a una de las escala y salta el muro seguido de un puñado de sus hombres. Una vez arriba, divisa en la lejanía la catedral que de cuando en cuando se ilumina completamente por los mosquetes. Pero su objetivo está justo de frente: la torre de Santa María, donde ondea solitaria la francesa tricolor.
Sin pensárselo dos veces y dejando a sus hombres, que continúan luchando ante la llegada de refuerzos alemanes, se aventura solo a hacia la torre ocultándose entre las sombras. Llega a los pies de la construcción árabe y lentamente, sube su escalera de caracol sable en mano y sin apartar los ojos del final de esta. Conforme se acerca a lo alto, los único sonidos que percibe son los de la bandera al golpear fuertemente con el viento y el de las armas de fondo. Se cerciora de que nadie la defiende, aproximando el oído primero y después asomando la cabeza. Toma aire y se acerca a la bandera coronada por el águila napoleónica. La recoge y rápidamente piensa en izar su bandera y entonces cae en la cuenta. Se ha apresurado a la torre solo, sin ni siquiera tener un plan y con la única idea en la mente de retirar esa bandera. Pero su obstinación lo ha nublado y cegándole el razocinio: ahora está en lo alto de la torre y se ha olvidado de su bandera. Desconoce donde se encuentra esta, probablemente el insignia esté en el muro por donde ha entrado, pero puede que al volver ya no lo localice. Necesita izar la bandera para arengar a los suyos a continuar los asaltos desde los distintos frentes. Ademas, los sitiados se desmoralizaran cuando vean que han entrado y una bandera en lo alto de la torre es la mejor forma de hacérselo saber.
Mientas medita sobre ello, se lleva las manos a su costilla dolorida, donde ha recibido el fuerte golpe. No puede quejarse pues de no ser por el botón habría sido mucho peor, todavía no se explica la suerte que ha tenido, sin duda ha sido la Providencia quien le ha ayudado. Ahora su mano derecha toca el botón de su casaca, el que le ha salvado queestá ligeramente abollado. De pronto, se le ocurre la solución, se desabrocha los botones de su casaca roja y la anuda a la cuerda del mástil. Mientras iza la casaca, se dice a si mismo: “¿qué puede ser mejor bandera que esta que todos llevamos y con la que luchamos? ¿No es acaso prueba suficiente de esta señal el disparo que ha parado y que ha hecho que tome yo la ban...”
Algo inesperado hace que pronto Macpherson salga de sus pensamientos: un griterío cada vez mayor.... viene de los muros por donde ha penetrado, pero también lo oye desde otras partes y además nota que se le viene encima …. Se asoma desde la almena se la torre y ve en la oscuridad a una muchedumbre que se acerca.
- “¿James?” pregunta una voz familiar entre el tumulto.
- “¿General?” asiente el teniente con la cabeza .
En la base de la torre puede ver a su viejo amigo el general Hercules Packenham decir:
- “¿Lo veis muchachos? ¡ya os dije que esa casaca de oficial solo podía ser del cabezota de Macpherson!”- después mira hacia arriba y grita:- “¡Lo hemos conseguido James! ¡hemos tomado Badajoz!.
En el castillo de la ciudad inglesa de Nottingham, se alza cada 6 de abril una casaca roja que encumbra la torre del homenaje de dicha ciudad. Para muchos aquí, su origen es desconocido. Este acto recibe el nombre de “Badajoz Day”.
Mucha menos idea tienen nuestros paisanos de tal evento y por ello he decidido que en honor a tal día, novelar el suceso mientras lo explico.
En una fecha como esta de 1812, las tropas sitiadoras de Wellington se lanzan al asalto de las murallas de Badajoz amparadas por la noche. Lo han intentado numerosas veces con escaso éxito, pero esta vez las fuerzas defensoras muestran señales de flaqueza.
Hacia la parte norte de la muralla, se lanza el 45 Regimiento que está integrado dentro de la 3ª división de Picton, llevando consigo escalas improvisadas. Esa zona, defendida por tropas alemanas (aliadas de Napoleón) es sorprendida en un primer momento pero rápidamente se recomponen y comienzan a iluminar la muralla con su fuego de mosquetes. Los ingleses, que favorecidos por la sorpresa, han conseguido llegar hasta los muros y apoyar sus escalas en posición oblicua contra la muralla, comienzan a agruparse junto a ellas mientras calan sus bayonetas para disponerse a subir. Entre los ingleses se encuentra el joven teniente James Macpherson, que sube a la cabeza de una de las escalas. Pronto descubre que el tamaño de estas no es lo suficientemente largo y grita a sus hombres al pie de las escalas para que las peguen totalmente a la muralla. Este rápido movimiento hacia una posición vertical de la escalera, lo eleva de golpe, de tal manera que llega a alcanzar las almenas quedando a la altura de los alemanes que defienden esa parte de baluarte. Uno de estos casacas verdes de larga barba, le dispara acertándole en el pecho, pero la fortuna quiere que el plomo dé en uno de los botones de su casaca, dislocándole una costilla y desestabilizándolo. Pese a su suerte inicial, a punto está de caer, cuando el peso de su propios hombres que se iban acumulando arriba y la desestabilidad de la escala totalmente vertical, hace que esta se separe del muro y se venga abajo. Muchos de ellos, son ensartados por las bayonetas de los camaradas que aguardan a los pies del la muralla.
Macpherson, ha podido en el último momento agarrarse a la escala que tenia al lado y que aún se mantiene. Malherido por el dolor de la costilla que a duras penas le permite respirar, desciende por la escala ayudado de dos soldados que lo asisten, unos de ellos cae fulminado segundos después de pisar suelo.
Desde abajo, es testigo de primera de lo que está ocurriendo en los muros, donde se está produciendo una impresionante carnicería, aunque todavía no se ve bien, el sonido lo dice todos: golpes secos de cuerpos al caer, tintineo de bayonetas en ristre que esperan su momento para subir, crujir de maderas al subir las escalas, explosiones de las mecha de los mosquetes, silbidos de las balas que responden …., todos ellos parecen seguir una melodía macabra donde la música tiene como pentagrama la muralla y sus notas son los soldados que por ella y por las escalas andan.
Parece que esta vez la cosa es diferente y que les acompaña la diosa Fortuna pues poco a poco el 45 Regimiento está alcanzando las almenas y ya muchos le están dando uso a sus bayonetas. Pues, si bien es cierto que en la media distancia y cuando escalaban, la bayoneta les entorpecía la precisión del disparo y esto favorecía a los defensores; ahora, en el cuerpo a cuerpo sobre el muro, la cosa es muy distinta y lo que era ventaja se transforma en inconveniente para los defensores germanos que, concentrados en la tarea constante de cargar y disparar sus mosquetes para repeler a los asaltantes,no han prestado atención a este detalle y están pagando caro su error en la lucha que mantienen de tu a tu sobre los muros, donde poco o nada pueden hacer los mosquetes desnudos ante las bayonetas inglesas.
Abajo aún, pero no por mucho tiempo, sigue el teniente James Macpherson y junto a él, su amigo el general Hercules Packenham, quien lo ayuda a recuperar la conciencia que había perdido a causa del dolor.
Intenta levantarse y es en ese momento cuando un disparo que casi alcanza su pie izquierdo, le hace realizar un movimiento brusco que le recoloca la costilla dislocada.
Con ánimo renovado, se lanza a una de las escala y salta el muro seguido de un puñado de sus hombres. Una vez arriba, divisa en la lejanía la catedral que de cuando en cuando se ilumina completamente por los mosquetes. Pero su objetivo está justo de frente: la torre de Santa María, donde ondea solitaria la francesa tricolor.
Sin pensárselo dos veces y dejando a sus hombres, que continúan luchando ante la llegada de refuerzos alemanes, se aventura solo a hacia la torre ocultándose entre las sombras. Llega a los pies de la construcción árabe y lentamente, sube su escalera de caracol sable en mano y sin apartar los ojos del final de esta. Conforme se acerca a lo alto, los único sonidos que percibe son los de la bandera al golpear fuertemente con el viento y el de las armas de fondo. Se cerciora de que nadie la defiende, aproximando el oído primero y después asomando la cabeza. Toma aire y se acerca a la bandera coronada por el águila napoleónica. La recoge y rápidamente piensa en izar su bandera y entonces cae en la cuenta. Se ha apresurado a la torre solo, sin ni siquiera tener un plan y con la única idea en la mente de retirar esa bandera. Pero su obstinación lo ha nublado y cegándole el razocinio: ahora está en lo alto de la torre y se ha olvidado de su bandera. Desconoce donde se encuentra esta, probablemente el insignia esté en el muro por donde ha entrado, pero puede que al volver ya no lo localice. Necesita izar la bandera para arengar a los suyos a continuar los asaltos desde los distintos frentes. Ademas, los sitiados se desmoralizaran cuando vean que han entrado y una bandera en lo alto de la torre es la mejor forma de hacérselo saber.
Mientas medita sobre ello, se lleva las manos a su costilla dolorida, donde ha recibido el fuerte golpe. No puede quejarse pues de no ser por el botón habría sido mucho peor, todavía no se explica la suerte que ha tenido, sin duda ha sido la Providencia quien le ha ayudado. Ahora su mano derecha toca el botón de su casaca, el que le ha salvado queestá ligeramente abollado. De pronto, se le ocurre la solución, se desabrocha los botones de su casaca roja y la anuda a la cuerda del mástil. Mientras iza la casaca, se dice a si mismo: “¿qué puede ser mejor bandera que esta que todos llevamos y con la que luchamos? ¿No es acaso prueba suficiente de esta señal el disparo que ha parado y que ha hecho que tome yo la ban...”
Algo inesperado hace que pronto Macpherson salga de sus pensamientos: un griterío cada vez mayor.... viene de los muros por donde ha penetrado, pero también lo oye desde otras partes y además nota que se le viene encima …. Se asoma desde la almena se la torre y ve en la oscuridad a una muchedumbre que se acerca.
- “¿James?” pregunta una voz familiar entre el tumulto.
- “¿General?” asiente el teniente con la cabeza .
En la base de la torre puede ver a su viejo amigo el general Hercules Packenham decir:
- “¿Lo veis muchachos? ¡ya os dije que esa casaca de oficial solo podía ser del cabezota de Macpherson!”- después mira hacia arriba y grita:- “¡Lo hemos conseguido James! ¡hemos tomado Badajoz!.
Autor: Rafael Garcia Galeano
8 Opiniones:
Una buena forma de presentar este glorioso (y traumético) hecho
la recreación literaria es de Rafael García, o es una traducción de como se cuenta la leyenda por Nottingham?
Muy bonita de todas formas y de escenario las murallas de Badajoz y la Torre de Santa María, chulísima.
Pues es una recreación literaria que me he inventado basandome en un suceso hitórico. Lo hice así para que se hiciera mas ameno a la hora de leerlo. Saludos
Rafael García Galeano
Muy buen trabajo, Rafael
Gracias por compartirlo con todos los pacenses, que como yo, ignorábamos estos hechos.
Muy chulo!!! no sabía nada de esta historia de mi ciudad!! A ver si haces mas relatos que me ha gustado mucho Rafael
Convendría leer a Fletcher..."En el infierno antes de amanecer..., hay una buena traducción de Cuatro Gatos
MUY BIEN RAFAEL ME HE SENTIDO POR UNOS INSTANTES COMO UN SOLDADO PACENCE INTENTANDO DAR POR CULO A ESOS GUIRIS Y DESEANDO METERLES LA CHAQUETA ESA POR ESE ORIFICIO TAMBIEN, ME HA GUSTADO MUCHO TU POST
FDO. TU COLEGA VIRGILIO BRAZAO MUNILLA
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